Con unas de esas cuentas de instagram que consiguen hacerte la boca agua y los ojos chiribitas, estábamos ansiosos por pegarnos un buen homenaje tropical. Solo nos faltaba decidir qué domingo. Y, puesto que este año nos quedamos por aquí en Semana Santa, el domingo de resurrección nos pareció el idóneo. Y es que el brunch de Trópico… ¡Resucita hasta los muertos!
Sus dueños lo tienen claro:
Trópico, del griego τροπικός [tropikós], que significa ‘vuelta’.
Así nace Trópico, una vuelta al mundo a través de los sabores de los trópicos.
Y el eslogan más acertado no podría ser, ya que la carta de Trópico, -a parte de interesante, variada y muy cuidada-, es un viaje tropical en toda regla. Sus platos, con opciones gluten free y vegetarianas, son una auténtica explosión de sabor y color. ¡No aptos para foodies con hambre instagrameable como nosotros! Todos esos motivos hacen que Trópico haya pasado a convertirse en uno de nuestros brunchs favoritos.
El lugar tiene ese no sé qué que qué se yo nada más entrar. Sombreros de paja, sillones de mimbre, música latina de fondo… El local rezuma tropicalismo por los cuatro costaos. Y eso, a este par de gastrocuentistas de alma puramente tropical nos requete-encanta. (Todavía no hemos pasado dentro y este sitio ya nos tiene ganao el corasonsito).
Empezamos nuestro viaje con un par de cocktails. Camarera, antes de despegar pónganos una mimosa (cava con zumo de frutas) y un Pure Trópico (papaya, piña y fruta de la pasión) para ir haciendo boca.
El vuelo transcurre tranquilo, sin turbulencias. Aterrizamos en Venezuela.
Arepas con perico: dos tortitas de harina de maíz rellenas con huevos revueltos con tomate, cebolla, cebolla tierna y queso amarillo, acompañadas de aguacate y tajada (plátano macho maduro). Si es verdad lo que dicen y éste es el típico desayuno caribeño… Espejito espejito, tráganos ahora mismo y escúpenos allí cada domingo por la mañana.
Con el último bocado de arepa en la boca, escuchamos una sirena a lo lejos. Debemos darnos prisa, nuestro barco va a zarpar. Nos esperan unas cuantas islas caribeñas por el camino donde siempre es verano y donde todo sabe mejor bajo una palmera, como por ejemplo unos patacones: cuatro tostones de plátano macho servidos con salsa hogao, guacamole y queso costeño.
Tras una magnífica jornada de playas paradisíacas, arena blanca y aguas cristalinas, nos dirigimos de nuevo al aeropuerto. Próximo destino: Brasil.
Y es que el cuerpo, a parte de samba, también nos pide algo dulce. Bowl de açaí amazónico orgánico con guaraná, plátano, fresa, arándanos, chía y granola casera. De color liloso y rico en nutrientes y antioxidantes, el açaí es un fruto que crece en las palmeras de la selva amazónica de Brasil. Yo personalmente lo descubrí viviendo en Australia y desde entonces no he podido despegarme de él.
Nos despedimos del templo del Carnaval a ritmo de «Mira que coisa mais linda…«. Hora de embarcar mochilas de nuevo. ¿Pasaporte? Sí, lo llevamos. ¿Ganas? Sí, cinco quilos y medio. ¿Hambre? También, siempre la llevamos puesta. Ladies and gentlemen, tercer vuelo de este viaje tropical. Abróchense los cinturones, que esta vez tenemos unos cuantos kilómetros por recorrer. Siguiente parada: India.
Aterrizamos con un jet lag de un par de narices. Dicen los estudiosos de Harvard que reprogramar el estómago es también una forma de reprogramar nuestro reloj interno… ¿Cómo hacerlo? Tomando la comida correspondiente de acuerdo al horario local cuando se llega al destino. ¡Pues vamos al lío! Pakora: seis croquetas de verdura en tempura de harina de garbanzo acompañadas de salsa de tamarindo. La pakora es un plato típico de la gastronomía hindú cuyo fundamento es el de freír verduras con harina de garbanzos. Ideales como aperitivo.
La ruta asiática continúa. Sí, no te lo vamos a negar, empezamos a estar algo exhaustos… Pero aquí hemos venido a jugar. O mejor dicho, a viajar. Pero sobre todo… ¡A comer! Así que subimos nuestras mochilas a una furgoneta y empezamos a conducir. Nos quedan unas cuantas horas por delante hasta alcanzar la frontera. Una vez allí, un helicóptero nos espera para cruzar el Himalaya y llegar a la última parada en este viaje por los trópicos.
GUAU. ¡Las vistas panorámicas de los ochomiles son de infarto! Al aterrizar, una bandera roja con una estrella amarilla ondea al viento. “Señolas y señoles, bienvenidos a China”. Nos reciben con un tentempié de jiaozi de gambas: cuatro empanadillas a la plancha rellenas de gambas que sabe a gloria bendita después de tanto ajetreo.
Y ahora sí que sí, hora de descansar, de relajarse a golpe de gong y laúd con un poco de música tradicional china y de reponer fuerzas. Pero digo yo, que antes de eso… Habrá que comer algo, ¿no?
Carrer del Marquès de Barberà, 24, 08001 Barcelona
936 67 75 52