Vuelve a ser siete de agosto. Y sí, vuelvo a estar en el sur. ¿Dónde si no?
Andalucía es uno de esos destinos donde más fácil resulta abandonarse a los disfrutes básicos del ser humano: echar la siesta sin alarma, leer un libro bajo el cobijo de una buena sombra, pegarse un chapuzón con vistas, dejarse conquistar por el estómago sin riesgo alguno a fallar.
Esta vez, la ineludible cita para celebrar las treinta y no sé cuantas vueltas al Sol de mi fiel compañero de vida, viajes y alegrías tiene lugar en Los Collados de la Sagra, en un enclave privilegiado a los pies de La Sagra y muy cerca del Parque Natural de Cazorla.
La Sagra es un pico aislado al norte de la provincia de Granada, entre el municipio de Huéscar (mi pueblo) y La Puebla de Don Fadrique. También es la cumbre más alta de Andalucía después de Sierra Nevada, con 2383 metros de altura. Y Los Collados son un remanso de paz, un oasis para descansar, disfrutar y desconectar en plena naturaleza. Algo así como una fantasía a la que llevo años viniendo con la familia desde niña, salvo que esta vez el disfrute es mayor (o en todo caso diferente) al hacerlo en pareja y por la puerta grande: en la cabaña premium.
Privacidad, tranquilidad, exclusividad, naturaleza sin artificios. Y algo que cada vez valoro más a la hora de viajar: un trato familiar y acogedor que te inviten a volver sin pensarlo. Poco más se le puede pedir a una escapada rural para celebrar una vela más en la tarta. Bueno, miento. Puestos a pedir… ¿Qué tal la cabañita más romántica del complejo con piscina privada, solarium y las mejores vistas a la montaña?
Relax y éxtasis vacacional a base de auto-amor del bueno: un baño en soledad y sin prisa, una lectura relajada, unos estiramientos de yoga mañaneros, el incesable canturreo de los pájaros y La Sagra allí, impertérrita, como un cuadro hipnótico en el horizonte. En mi pueblo a eso lo llaman «estrés por los cuatro costaos».
¿Lo mejor de ir en verano? Estar completamente solos, que te atiendan de maravilla y que tengan hasta que abrirte el restaurante casi para ti…
¿Lo ‘menos mejor’ de la época? (si es que se puede decir algo). Perderse el precioso paisaje blanco con la Sagra nevada de fondo cobijada tras la ventana del salón, al gustirrinín del calor de la lumbre y una copa de tinto tras una jornada de subida al pico más alto del altiplano granadino entre calizas blancas, barrancos, pinares y pronunciadas pendientes para llegar a la cima.
Pero en agosto, cuando el sol empieza a despedirse y tras dar un paseo por los alrededores del complejo, es hora de darle un caprichillo al paladar con un menú degustación al aire libre inspirado en los productos de la tierra. Alta gastronomía con lo mejorcito de la temporada y la comarca. Remojón de San Antón con base de salmorejo de cereza, lomo de caña, revuelto de huevos ecológicos con foie y trufa acompañados de plátano macho… Y por supuesto: la “Perla de la Sagra”, su cordero segureño con denominación de origen (de la Sierra de Segura) con un sabor característico difícil de olvidar para los que llevamos comiéndolo toda la vida, aunque también para los que se estrenan en esta ardua tarea y no querrán probar luego cualquier otro.
¿Y cuando la noche ya es negra? A disfrutar de las estrellas rematando la velada con una charla astronómica y vistas con telescopio de galaxias, estrellas y anillos de Saturno. Y es que en el mismo complejo hostelero de Los Collados, a 1.530 metros de altitud, se encuentra el Observatorio Astronómico Collados de la Sagra, un lugar mágico para observar cómo el cielo vestido de guirnaldas estrelladas viste la sierra de la Sagra, al norte de Granada.
Eso sí. Cuando pase una estrella fugaz, es mejor tener el deseo ya pensado. El mío lo tengo claro. Volver pronto.