No se me ocurre mejor día que el domingo, ese día de la semana donde la pausa es soberana y uno se parece un poco más a esa idea que tiene de uno mismo -quizá porque nos dedicamos a hacer precisamente lo que más nos gusta de este mundo-, para retomar una de mis secciones favoritas del blog a la que llevo mucho tiempo queriéndole hincar el diente de nuevo.
¿Te acuerdas de Planes de cuento?
Una sección muy especial donde después de buscar con ahínco y disfrutar de esos alojamientos y rincones con encanto que le hacen a una la existencia más feliz, te los cuento por aquí para que volvamos a disfrutarlos, pero esta vez juntos, tú y yo, mano a mano.
Lugares donde la calma es bandera, lugares donde perderse para encontrarse. Lugares, al fin y al cabo, donde quedarse a vivir -aunque sea por unas horas, por unos días (o quizá con suerte) por unas semanas-.
Érase una vez… Hotel Finca Los Llanos, un oasis donde descansar, desconectar del mundo y llenar los pulmones de naturaleza a 1436 metros de altitud, en pleno corazón de la Alpujarra de Granada, en Capileira.
Asomado al Barranco de Poqueira y con unas vistas de ensueño a un paisaje escarpado y desafiante desde donde cuelgan teñidos de blanco sus vecinos Bubión y Pampaneira, solo hay tres leyes que el viajero no puede saltarse cuando pone un pie en esta especie de quimera entre verdes, azules y piedra: el placer, la lentitud y la belleza.
Disfrutar de un aperitivo sin prisa en la terraza, de un último baño al atardecer en la piscina, de un paseo por los alrededores o el huerto de la finca; o de una cena relajada y sencilla con productos de kilómetro cero en su restaurante ‘Gloria’, le sabe a uno en sus carnes -nunca mejor dicho- a gloria bendita.
Por no hablar de un desayuno tranquilo y en silencio o de dormir tapado hasta las orejas, claro. ¿Existe acaso mayor gustirrinín que el de unas sábanas cálidas acariciándole a una la nariz en pleno agosto? Y mientras tanto, afuera, cantan los grillos, bailan las buganvillas. Y el incesante sonido de los caños de agua teje durante horas una danza con las estrellas, la luna y el viento.
Y es que la zona de la Alpujarra, aparte de ser idónea para practicar todo tipo de deportes como el rafting, el descenso de cañones, el parapente, el puenting o el ala-delta… O contemplar las cumbres del Mulhacén y el Veleta haciendo senderismo o rutas a caballo por el Parque Natural de Sierra Nevada, es ideal para explorar en verano y escapar del calor agobiante de la gran ciudad.
Para esa huida hacia un descanso reparador, no se me ocurre mejor lugar que el Hotel Finca Los Llanos, con 44 habitaciones repartidas en tres edificios que llevan por nombre el de tres escritores que dejaron huella en la Alpujarra: Gerald Brenan, Washington Irving y, como no podría ser de otra manera, Federico García Lorca, fiel amante de las tierras alpujarreñas, quien llegó a llamarlas “El país de ninguna parte».
Y a mí no me puede gustar más la definición del granaíno acerca de este recóndito y (casi) secreto recoveco del mundo repleto de calles estrechas y serpenteantes, tejados de pizarra, tinaos y flores en cada ventana, telares de jarapas, sencillez en la mesa y artesanía por doquier, donde al reloj se le pararon las agujas hace tiempo.
Qué fácil es ser feliz aquí.