El vermú de los sentidos

Decía Cortázar que «los viajes sirven para cambiarle el agua a la pecera» y no puedo estar más de acuerdo…

El caso es que yo ya llevaba mucho tiempo con esta idea de newsletter revoloteando en la sesera, pero me faltaban dos cosas básicas que toda idea necesita para dejar de ser otra simple idea más en ese mar infinito de ideas que nadan libremente en una pecera tan ancha (y dispersa) como la mía, para poder hacerse realidad.

Las dos cosas en cuestión eran las siguientes: encontrar la forma y ponerle un nombre a todo eso que quería contarte cada primer domingo de mes. Lo del domingo estaba claro (¿Existe acaso un día mejor de la semana?)

Ambas surgieron de una manera bastante cómica en mi último viaje a Japón, concretamente en el vuelo de vuelta de 12h de Tokio a Abu Dhabi… Pero vayamos por partes.

Cuando hablo de forma, me refiero al formato de la newsletter en cuestión. Y es que yo quería que el asunto estuviera en clave sensorial. Poder hablarte cada primer domingo de mes de lugares fascinantes, de aromas y sabores exóticos, poder recomendarte restaurantes, películas, series, canciones o podcasts… Y viajar contigo por el mundo desde el sofá, aunque esta vez sin un montón de regalos sorpresa ni un cuento con todo lujo de detalles como en las cajas que encontrarás aquí. Esta vez, el regalo sería en palabras para que pudieras disfrutar del viaje a golpe de click.

En cuanto al nombre, la culpa la tiene la merluza con espinacas y arroz que nos sirvieron para desayunar a las 9.30h de la mañana en el vuelo a Abu Dhabi.

Y es que después de 20 días de ruta por el país nipón y de un hambre sideral tras el madrugón de las 5.30h de la mañana para tomar el avión, lo que una quiere encontrarse en la bandejita que te sirve la azafata son unos huevos fritos con bacon, no una merluza con verduras y arroz blanco de hospital.

Pero bien, ante un estómago famélico y once horas y media de vuelo por delante, no puede una ponerse tan exquisita. Así que no te queda otra que comértelo, escoger una película en la pantalla de tu asiento, jugar un rato al trivial virtual, leer unas cuantas páginas de ese libro que te llevaste (y vuelve a casa casi igual que llegó a Japón)… Y ya por último, como medida desesperada -al menos para mí, que soy incapaz de dormir con la luz del día- intentar doblar la oreja un rato, a ver si así pasa más rápido el trayecto infernal.

Fue entonces cuando ocurrió. Cerré los ojos y un montón de pensamientos, de recuerdos, de palabras, de anécdotas, aromas y sabores que había vivido estos últimos días… Me empezaron a avasallar a la vez y en todas las direcciones.

El reloj debía marcar las 13h japonesas cuando solté en voz alta como si estuviera soñando: ¡Un vermú!

David pegó un brinco a mi lado –él sí es de esa clase de humanos con superpoderes que podrían dormir hasta encima de una piedra– y miró de reojo al pasillo extrañado.

¿Un vermú?! Jajajaja ¡Más quisieras tú! Ahora lo que nos traerán será el pollo con arroz.

Que no, que no. Que la newsletter esa de los sentidos con la que llevo meses dándote la turra va a ser un vermú (-me mira ojiplático con su mente ingenieril sin entender ná de ná-). Un picoteo sensorial para recorrer el mundo desde el sofá cada domingo.

Y es que si algo he observado estas últimas semanas en Japón, es que los japoneses serán pioneros y muy modernos en muchas cosas, pero están a aaaaños luz en lo que al arte del disfrute vermutil se refiere. Trabajan de sol a sol, no se sientan a comer más de diez minutos seguidos, la mayoría de las veces ni siquiera lo hacen en compañía, andan de acá para allá corriendo todo el día, detestan tomar el sol y no tienen terrazas.

¿Existe algo peor que un mundo en el que no poder disfrutar con calma de un aperitivo al Lorenzo? El apocalipsis zombie me parece un lugar más amable.

Si estás de acuerdo conmigo… Te invito al vermú de los sentidos. Un picoteo sensorial para recorrer el mundo desde el sofá cada domingo.

Te propongo algo. Ponte cómod@, ábrete unas aceitunas, sírvete un bebercio que te ponga feliz y disfruta de este viaje dominical de la mejor manera que se me ocurre: sin prisa.

¡Empezamos el 7 de mayo! Puedes suscribirte aquí para no perderte nuestro primer vermú.

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