Hace solo unos meses, en la isla de fuego, entre acantilados de lava e idílicas playas, los días empezaban tal que así. Chapuzón mañanero, desayuno frente al mar y carretera y manta. Y a recorrer y descubrir más secretos y rincones de aquel pedacito canario que nos robó el coração aquel septiembre.
Desde hace solo cuatro días, entre franjas, fases y desescaladas varias… Hemos establecido una nueva rutina en esta ‘nueva normalidad’. La de empezar los días como aquel septiembre, frente al mar. Estamos algo más descoloridos y todavía no hay chapuzón, aunque no precisamente porque el tiempo no acompañe. El desayuno toca hacérselo en casa, donde las vistas son algo menos idílicas, pero el café y el zumo de naranja siguen reviviendo hasta a los muertos. Y la carretera y manta… digamos que ahora tiene menos curvas. Con la ventaja añadida de que viene acompañada de ordenador, una cómoda silla y un puñado de emails que hacen de la jornada un viaje inolvidable. Pero aun así… Tienen los días otro sabor. Y las noches, más largas, un color distinto. ¿No hueles aquello que asoma por allí? Es el verano, y su código olfativo irremediable.