Ponte guapa y cierra los ojos, que esta noche voy a llevarte a un sitio que te va a gustar.
Me subo al coche y hago caso a lo que me ordena el conductor, que con cierto recelo pone el GPS en su teléfono, se lo coloca entre sus piernas y desactiva el sonido para que no pueda escuchar ni ver ningún tipo de indicación.
Tras algunas curvas y algún que otro bache en el camino, el motor deja de rugir. Hemos llegado, dice mi acompañante, dejando escapar una sonrisilla, deseoso por ver mi cara de sorpresa. Feliz aniversario.
Abro los ojos. Estoy en el campo, rodeada de verde. Más concretamente, rodeada de viñedos. Caminamos unos pasos hasta lo que parece un casoplón con porche enorme. Allí nos espera Josep Serra, con una botella de vino y dos copas.
Benvinguts a La Vinyeta, nos dice. Luego nos enseña la botella de vino blanco que está a punto de servirnos y nos cuenta que han creado dos nuevos vinos, “Los Monos”, que además de estar elaborados con una sola variedad de uva (de ahí el guiño de MONOvarietal), colaboran con la Fundación Mona en la conservación de estos primates.
En esta ocasión tenemos el placer de degustar un traguito de Pipa y de Bea, una macaco y una chimpancé, que a parte de un par de monas monísimas, se han convertido en dos vinos irresistibles. El año pasado los protagonistas fueron Abu y Bongo, y la idea es que cada año se use la imagen de dos primates del centro y que las botellas puedan coleccionarse.
Todo eso nos explica Josep, propietario de La Vinyeta, mejor Bodega 2018 por la Asociación Catalana de Sommeliers. Y a su explicación sobre esta producción tan especial, solidaria y con mucha alma sobre los primates, no le falta ni un ápice de entusiasmo. Y es que no es para menos, pues la historia de todo el proyecto de La Vinyeta es cautivadora de principio a fin.
Josep nos sirve una segunda copa y echamos a andar por las viñas. El sol empieza a despedirse en el horizonte y la amalgama de colores es bestial. Capturamos un par de instantáneas y seguimos con la ruta mientras degustamos la ambrosía de la casa.
Hace unos años un señor de Mollet de Peralada le ofreció a mi padre un par de viñas viejas que había cuidado durante toda su vida y había decidido vender… – prosigue Josep con su historia.
Y es que lo más curioso de todo, es que ni Josep ni Marta, su mujer, vienen del mundo del vino. Por aquel entonces, cuando el tipo les hizo la oferta, andaban estudiando ingeniería agrónoma en la universidad y decidieron lanzarse a la piscina comprándole las viñas con la condición de que les ayudase a seguir trabajándolas. Poco a poco fueron aprendiendo más sobre la tierra y el arte de la poda, y fueron plantando cada vez más viñas, hasta llegar a convertirse en lo que es hoy La Vinyeta, con 40 hectáreas actuales y 19 variedades de uva.
Pero además de vino, en esta bodega tocada por la tramuntana producen aceite, vinagre, huevos, miel, jabón artesanal… Y ahora, desde que tienen ovejas, están trabajando para poder producir también quesos.
Queremos recuperar el concepto de las masías de toda la vida, dice Josep. Y parece que sí lo están haciendo. Y además apostando por una producción integrada y sostenible que les permite trabajar de la forma más ecológica posible garantizando la máxima calidad.
Nuestro paseo por las viñas finaliza de nuevo bajo el gran porche de la bodega, que nos espera repleto de todos esos productos caseros con los que Josep lleva poniéndonos los dientes largos durante media hora. Un festín de embutidos, quesos, tortillas, ensaladas, carnes a la brasa (ya que la familia de Josep son carniceros)… que tenemos el placer de degustar mientras los anfitriones nos van llenando la copa de Monos blancos y tintos.
A la hora del postre, se apagan las luces. Miro a mi fiel compañero de mesa en busca de respuestas, él se ríe y finge no saber de qué va la cosa. Parece que la velada de ensueño no termina aquí. Hay segunda parte… Marta, la mujer de Josep, monta un proyector en la pared blanca de la bodega en un santiamén y aparecen los créditos de Amélie. No me lo puedo creer… ¡Una de mis películas favoritas!
La película se detiene cuando aparece el título en la pantalla. Vaya, no me digas… ¿Problemas técnicos justo ahora? Sacan un piano de la bodega. Espera, ¿Cómo?! Me hacen los ojos chiribitas. Sale un pianista, saluda, se presenta y se sienta. Ojiplática me hallo. Empieza a tocar la banda sonora de Yann Tiersen en directo. Vale, ya puedo morirme tranquila y en paz, habiéndolo visto todo. Cena entre viñas con piano y Amélie. (Joé cariño, cómo te lo curras ¿no?)
Josep nos sirve una copa de vino dulce y unos helados de chocolate para endulzar -más si cabe- la velada. Al terminar Amélie, hacemos una visita guiada por la bodega para acabar de conocer en primera mano todos los entresijos de la apasionante historia de este par de emprendedores del Empordà.
En La Vinyeta se consideran una bodega abierta, por eso les encanta dar excusas a la gente para que que les visiten. A Josep y Marta les gusta explicar y compartir en primera persona todo lo que están haciendo. Por eso mismo no dejan de realizar continuamente actividades de lo más atractivas para todos los gustos: talleres de cocina; visitas guiadas; cata de vinos; visitas nocturnas con música, con películas o bajo las estrellas; desayuno de payés en la viña; actividades familiares o hasta la posibilidad de participar en la vendimia pisando la uva con tus propios pies. Además, ahora también es posible alojarse en uno de los apartamentos aislados con los que cuenta el complejo, en un paraje privilegiado rodeados de viñas y olivos.
La Vinyeta es uno de esos proyectos bonitos, joven, innovador, solidario, sostenible… Uno de esos sueños, que con esfuerzo y pasión pueden llegar a convertirse en realidad, en una forma de vida.